La pesca, una actividad de alto riesgo

Un oficio de los más antiguos y, paradójicamente perseguido en nuestra actualidad, es el de la pesca. A pesar de ser Cuba una isla y en el Caribe haber pescado por siglos, los cubanos carecemos por décadas de ese alimento, y solo  cuentan poder degustarlos aquellos que tienen una dieta médica, recibiendo un kilo mensual de este producto marino.

Por años, los cubanos han desarrollado disímiles formas de paliar la crisis, que con diferentes matices, ha obstaculizado la vida de varias generaciones en la isla. La poca remuneración y bienestar emocional que generan los empleos estatales, ha llevado al ingenio de muchos a sortear constantemente las leyes controladoras creadas  por el gobierno para tratar de desenvolver sus vidas y llevar  qué comer, y como vestir a las familias, so pena, en no pocos casos, de multas o años de cárcel.

Un oficio de los más antiguos y, paradójicamente perseguido en nuestra actualidad, es el de la pesca. A pesar de ser Cuba una isla y en el Caribe haber pescado por siglos, los cubanos carecemos por décadas de ese alimento, y solo  cuentan poder degustarlos aquellos que tienen una dieta médica, recibiendo un kilo mensual de este producto marino. De acuerdo con residentes del poblado de Bahía Honda, en la provincia de Artemisa, es muy  difícil para quienes intenten practicar el oficio de pescador, sea porque lo vieron en sus abuelos o porque sienten esa vocación, poder salir libremente en un bote mar afuera y traer el fruto de su trabajo a sus hogares o comercializarlo libremente.

En la opinión de algunos de estos pescadores, las trabas para obtener un permiso de pesca son  muchas, porque las entidades encargadas de estos trámites otorgan un número muy reducido. Pero en caso de lograr la licencia, aclaran que, también existen otras restricciones que les empaña un buen desarrollo del trabajo; como sólo poder pescar los fines de semana, y no pueden capturar langosta, loro y cobo entre otras varias especies. Sólo pueden pescar, como máximo, unos 15 kilogramos, y no les está permitido usar redes. Si violan algunas de estas disposiciones enfrentan, por primera vez, multas de 10 000 pesos y el decomiso de los equipos de pesca. Si se comete la misma “indisciplina”, el infractor es presentado a los tribunales. 

Por todos esos  motivos y alegando, según su conciencia, que el mar nos pertenece a todos, son muchos los que se exponen a salir “por cuenta propia”. Como bien aseguran, jugársela a su suerte. “Salimos en balsas inventadas, cazando a la policía; nos arriesgamos, pero con suerte podemos pescar y salir ilesos” dijo uno de estos pescadores furtivos. Las restricciones son muchas, tantas que hay quien opina que este oficio de tanto tiempo y propio de una isla, está a punto de desaparecer porque no todas las personas están dispuestas a arriesgarse. Tampoco todos cumplen con  los requisitos que exigen las autoridades.

En estos momentos de crisis alimentaria y de Covid-19, la solución podría ser un poco de pescado, alimento sano en la mesa, pero es un riego que no todos están dispuestos a correr. Un asunto que las autoridades no dan indicio de querer resolver.

 

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