Gritar o callar

El Estado y las autoridades tienen la obligación de garantizar una protección absoluta a la ciudadanía, sin embargo se muestran reacios e intolerantes ante las denuncias de acoso, violaciones, amenazas e incluso maltratos originados en el seno familiar

En lo que va de año se han producido 10 feminicidios en Cuba. Organizaciones independientes de la sociedad civil cubana han pedido acciones específicas en cuanto a este tema, entre ellas, que se declare alerta de emergencia nacional por el aumento de violencia de género en tiempos de confinamiento por el Covid 19, que se cree una ley donde se tipifique la violencia de género como delito y la creación de refugios para acoger a las mujeres víctimas de esta situación.


El tema de la violencia de género va adquiriendo poco a poco más importancia en  los medios independientes en la Isla, ya que no es totalmente reconocida ni abordada como un problema público en la prensa oficialista. Se continúan subestimando los niveles de violaciones, agresiones y muertes. Se mantienen ocultos los datos con una postura neutral, con un escaso o casi nulo desarrollo de acciones para integrar un programa que aporte conocimiento directo a las comunidades.

El Estado y las autoridades tienen la obligación de garantizar una protección absoluta a la ciudadanía, sin embargo se muestran reacios e intolerantes ante las denuncias de acoso, violaciones, amenazas e incluso maltratos originados en el seno familiar. En la mayoría de los casos el agresor es retenido por unos pocos días, vuelve a su residencia con altos niveles de ira contenida y reincide en el comportamiento agresivo, que se vuelve cada vez mayor.

Las mujeres se encuentran en una situación de vulnerabilidad en Cuba, y a pesar de la propaganda de igualdad de derechos y de «adelantos» en cuanto a temas de género, lo que se observa es totalmente distinto. Los que hay para las mujeres cubanas es la lucha por  la supervivencia en un entorno económico decadente, cada día con más complejidades y retos a enfrentar, donde se les exige resistir a estas precariedades, aunque no tengan un alimento que dar a sus hijos. Este contexto favorece la imposición de convivir con el agresor.

En las zonas rurales estos patrones se agudizan de manera insostenible, por la mayor naturalización de los roles de género, y el mayor consumo de alcohol, que aunque no es causa en sí mismo de la violencia de género, puede hacer que aumente en casos de hombres ya de por sí violentos.

 

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