La única carretilla del agro

Con los oficios por cuenta propia autorizados hace tres años por el gobierno, aparecieron en las calles de Cuba las carretillas ofertando productos del agro, lo cual significó un verdadero alivio para las cocinas cubanas y una nueva fuente de empleo, sobre todo para los jóvenes sin motivación para continuar sus estudios. El resultado fue una explosión de carretillas de todo tipo, construidas con materiales disímiles que comenzaron a aparecer por todas partes, llegando a ocupar en cierto momento el tercer lugar entre el mayor número de licencias otorgadas.

Foto: PIN
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La ley que regula el funcionamiento de esta actividad estipula que la carretill no puede quedar estática en un sitio, sino que “debe desplazarse continuamente”. Sin embargo, la advertencia no fue atendida por los carretilleros, ya que sus verdaderos almacenes rodantes, con chasis de hierro, maderaje, y el peso de los productos, vuelven muy difícil su traslado.

Yanquiel, uno de los carretilleros más viejos de Jaimanitas, por ejemplo, construyó una “bestia” techada con barandales para que le cupieran más productos. “Es imposible moverla constantemente como dice la licencia porque pesa mucho. Al mismo tiempo, tiene que ser grande porque la inversión en una carretilla exige dinero y no podemos desplazarnos o ir con los campesinos por cuatro calabazas y medio saco de plátanos. No es rentable”.

Los dueños sacan sus carretillas repletas de productos temprano por la mañana y las apostan en esquinas importantes del pueblo hasta el anochecer, cuando las guardan nuevamente. No moverlas como impone la ley, fue el primer motivo esgrimido por los inspectores, que cayeron sobre ellos a lo largo de 2016 y los llenaron de multas. El segundo fue el de los altos precios.

“El estado eliminó a los intermediarios, pero ocupó ese sitio. La falta de un lugar de acopio estable y los altos precios mayoristas no permiten que brindemos una oferta asequible. Como el estado no garantiza el abastecimiento de productos, la demanda obliga a la gente a pagar estos precios”, asegura Yúnior, un joven dueño de una carretilla tan grande como la de Yanquiel, instalada en un sitio de mucha afluencia.

Desde abril de 2015 la Oficina Nacional Tributaria no otorga nuevas licencias a carretilleros, ni ha renovado las ya existentes. Por ello, el oficio se ha convertido en algo casi ilegal, una causa más para la arremetida de los inspectores. Tal azote produjo que las carretillas disminuyeran su presencia en el comercio. De las ocho que existían en Jaimanitas queda una sola. Su dueño es Silvio Benítez, que se rasca la cabeza cuando le pregunto cómo va el negocio:

“Me va… que es ya mucho decir. Antes la gente nos criticaba por los precios, que estaban por las nubes, pero cuando quitaron las carretillas y el pueblo se quedó sin comida, entonces entendieron la falta que hacíamos. Rezan porque no quiebre, no sabrían qué hacer sin mí.

Por trabas burocráticas, suspensión del otorgamiento o renovación de licencias, y por la acción del cuerpo de inspectores, otros oficios también han visto reducida su presencia a modo de actividades cuentapropistas en este 2016. El mayor impacto negativo lo han sufrido los paladares y los bicitaxistas, pero incluso aún más las mesas cubanas de la gente común, que ya no cuentan con las carretillas de productos agrícolas para proveerlas.

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