A mi modo de ver y abordar el tema, las sistemáticas violaciones de derechos humanos en Cuba han tenido como instrumento principal la represión solapada y sutil contra opositores pacíficos y a la población en general por parte del régimen de La Habana
Si bien es cierto que no fue la primera época de violaciones de derechos humanos en Cuba, desde la aprobación de la Declaración Universal de Derechos Humanos, el 10 de Diciembre de 1948, cuando entró en el poder por la fuerza tras una insurrección armada el dictador Fidel Castro en el año 1959, fue cuando las violaciones se elevaron a otro nivel.
Con los llamados juicios revolucionarios comenzó una nueva era de terror. Disfrazados inteligentemente en una supuesta legalidad por el régimen emergente de los hermanos Castro, y con el apoyo de un sector de la población mayoritariamente pobre, miles de cubanos, en su mayoría disidentes, ex combatientes de la Sierra Maestra y el Escambray, fueron asesinados en los paredones de fusilamiento. Sin ofrecer ningún tipo de garantías, ni siquiera una defensa, como por derecho en cualquier situación y en cualquier lugar debería existir.
Luego de la purga contra todo el que se le oponía, y colaboradores del antiguo régimen de Fulgencio Batista, el camino ya estaba libre para instaurar un régimen estalinista y así garantizar su perpetuidad en el poder. Atacar los pilares democráticos, acabar con la separación de los poderes y hacerse con la empresa y la propiedad privada, que es lo mismo que adueñarse de la economía y la política del país que fue lo sucesivo. Hasta que a mediados de la década de los 70 Fidel Castro, que hasta la fecha fungía como ”Primer Ministro”, se hizo completa y oficialmente con el poder, cuando sustituyó la constitución del 40 por la del 76, de corte comunista, y quedó como “Presidente” de Cuba.
La aplicación de leyes arbitrarias como la Ley 88, más conocida como Ley Mordaza, la cual llevó a prisión en un solo operativo a 75 valientes cubanos que decidieron organizarse para luchar pacíficamente contra ellos, o la ley de peligrosidad social que ha encarcelado a miles de cubanos, supuestamente por no trabajar en la empresa estatal, en un país con una alta tasa de desempleo son una prueba fehaciente de sus nefastas intenciones.
A mi modo de ver y abordar el tema, las sistemáticas violaciones de derechos humanos en Cuba han tenido como instrumento principal la represión solapada y sutil contra opositores pacíficos y a la población en general por parte del régimen de La Habana. Ha sido su principal arma política en su afán por mantenerse en el poder a toda costa. Delitos como resistencia, desacato, desobediencia, atentado, han sido práctica común por parte de las ilegítimas autoridades cubanas para amenazar y encarcelar a opositores pacíficos a lo largo y ancho de la isla. Con el poder judicial respondiendo completamente a los intereses del partido comunista, significa prisión, dicho en buen cubano, el que pelea sin oponente no pierde.
Las amenazas, detenciones arbitrarias, golpizas y encarcelamientos por parte de agentes gubernamentales en contra de opositores pacíficos en Cuba son cotidianos. Aun así en estos más de 60 años de cruel dictadura totalitaria, varias han sido las protestas que valientemente se han protagonizado en varias regiones del archipiélago cubano. Teniendo en cuenta la inmensa red de agentes y efectivos militares y paramilitares con la que cuenta el régimen, y que no duda ni un segundo en volcarla siempre con todo, para mí son muy dignas de admiración.
Volviendo al tema de la sutil represión, miles han sido los cubanos que en todos estos años de estalinismo en Cuba han sido encarcelados, víctima de procesos amañados, procesadas por los delitos ya mencionados. Por ejemplo, si un ciudadano pinta letreros de abajo el comunismo es sancionado por el delito de daños y perjuicios, o simplemente en injustamente multado, y si se niega a pagar, a prisión por impago de multa. Si un opositor grita consignas antigubernamentales, es casi seguro que sea sancionado bajo el falso cargo de resistencia, o desacato, según como esté el agente a cargo en ese momento. O como cuando golpean salvajemente a alguien, lo acusan de atentado contra la autoridad, para disfrazar la brutalidad. Las sanciones varían entre uno y ocho años de privación de libertad, o trabajo correccional con internamiento, el equivalente a trabajo forzoso. Obviamente una vez escuchado el resultado, lo más probable es que no levante ningún tipo de alarma y no le diga nada al que lo vea simplemente así. Pero lo cierto es que en el proceso se han cometido las mayores injusticias y violaciones a los derechos humanos. Estos son algunos de los innumerables ejemplos de lo que tienen que vivir y enfrentar día a día en Cuba, los que valientemente a lo largo y ancho de nuestra geografía deciden enfrentar pública y abiertamente a quienes nos oprimen con puño de hierro.
Ante la mirada pasiva y permisiva de la comunidad internacional el gobierno de la Habana viola flagrante e impunemente los derechos del pueblo cubano. La existencia perenne de una larga lista de prisioneros políticos y de conciencia así lo demuestra.
El gobierno cubano es uno de los mayores violadores de los derechos humanos del mundo. Si este tema se mirara con otro enfoque, sería muy fácil darse cuenta de esta afirmación. El discurso ya gastado del régimen, como el de todos los violadores como Venezuela y Nicaragua –aliados incondicionales siempre busca desviar la atención de lo realmente importante–, también se basa en acusar a otros de lo que más ellos practican. Esto sin contar toda la verborrea en contra del embargo económico de Estados Unidos, al que llaman bloqueo, cuando evidentemente el bloqueo solo lo tienen ellos contra el propio pueblo, en su enfermiza mentalidad y en su ADN, el verdadero enemigo a derrotar y a no permitirle el más mínimo respiro en materia de libertades políticas. A decir verdad el cerco se les cierra cada día más, a pesar de todos sus esfuerzos por demostrar lo contrario, de mostrarse fuerte ante un pueblo aparentemente débil, y ante una oposición aparentemente insuficiente. Basta esperar hasta cuando la población aguante las carencias siempre presente, agudizadas en estos últimos dos años teniendo en cuenta que ya no es la misma generación que asimiló lo que llamaron periodo especial. Una generación irreverente con internet y redes sociales, cansada de un viejo discurso que no garantiza un futuro, ni a corto, mediano o largo plazo.
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