Todos los mecanismos existentes para lograr el que llevar a la mesa ahora presentan más dificultad por la escasez en la oferta y el aumento en el precio de los artículos de primera necesidad.
La pandemia de la Covid-19, ha venido a aumentar el reto de la gran mayoría de los cubanos en la isla: resolver qué comer. Todos los mecanismos existentes para lograr el que llevar a la mesa ahora presentan más dificultad por la escasez en la oferta y el aumento en el precio de los artículos de primera necesidad.
Desde horas de la madrugada, aunque la policía trata de evitarlo, grupos de personas deambulan en las cercanías de los comercios, buscando un último lugar para las filas, que se convierten en molotes cuando está cerca el momento de comenzar la venta.
Estos centros, si están surtidos, ofertan los productos de más demanda: pollo, paquetes de salchichas, yogourt, mantequilla, aceite y otros en moneda convertible, el llamado CUC (peso convertible cubano), o al cambio 25 por uno en pesos cubanos – CUP.
Por este motivo, quienes compren en estos comercios con precios donde un litro de aceite de soya cuesta 50 CUP y el paquete más pequeño de muslos de pollo vale unos 85 CUP, cuando en Cuba, según cifras oficiales, el salario promedio es de algo más de 800 CUP mensuales, deben estar respaldados con la ayuda de las remesas que envían familiares del exterior o tener algún tipo de sobre sueldo, “búsqueda” se le llama en la isla.
Sin embargo, la pandemia ha generado una solución para algunos. Debido a ella, la distribución en estos sitios se ha normado, por regla general, a dos unidades por persona con derecho de compra a una vez por semana, por lo que aquellos de poca economía compran los dos productos, revenden uno a mayor precio, para quienes lo puedan pagar y no estén dispuestos a esperar horas en una de esas filas; en las que no pocas ocasiones hay acaloradas discusiones o riñas.
Otra nueva variante, son las tiendas en dólares. Funcionan a través de tarjetas donde es depositado, en el exterior, el efectivo de amigos o familiares. Están situados en lugares céntricos de las ciudades y ofertan una mayor variedad de productos de calidad a precios que, de acuerdo a la voz popular, son prohibidos para la inmensa mayoría de los cubanos. Esto sin tener en cuenta que los isleños que reciben ayuda monetaria del exterior son la minoría.
Aunque coincidió con la pandemia, esto ha sido producto de las nuevas medidas implementadas por las políticas económicas gubernamentales.
Por su parte los agromercados estatales ofertan alguna variedad de productos que no satisfacen la demanda, por lo que en estos sitios también es común las filas que en múltiples ocasiones también traen desorden y airadas discusiones, por unas pocas libras de patatas, plátanos o frijoles, entre otros.
En este mismo renglón, están los puestos de venta de los particulares, quienes a un mayor precio tratan de comercializar los mismos productos, exceptuando patatas pues les está prohibida su venta, pero muy vigilados y perseguidos por inspectores estatales y por la propia policía.
Y en última instancia para todos es la “canasta básica” a través de la libreta de racionamiento, que con la exigua cantidad de productos y a menor costo puede garantizar, al menos para una semana, la mesa de muchos cubanos pobres en la isla.
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