Editorial – Nosotras también somos política

La primera ronda de las elecciones municipales en Cuba, el 26 de noviembre, ha traído resultados interesantes. No en cuanto a la votación de candidatos y candidatas, puesto que el propio mecanismo de elección impide cualquier cambio significativo (listas de delegados y delegadas afines al Partido comunista de Cuba que elegirán a otros cargos del Partido y esos a su vez a otros cargos del Partido), sino en cuanto a la actitud del pueblo cubano ante las votaciones.

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El domingo 26 de noviembre de 2017 se registró así la peor participación de la historia electoral post revolución: más de 1.200.000 cubanos y cubanas no fueron a las urnas. Además, se registraron más de 300.000 votos en blanco, considerado el voto de protesta, y también más de 300.000 votos nulos.

En este contexto, nos preguntamos si la decepción con el sistema de gobierno cubano tiene algo que ver con la ausencia de mujeres en su política. No nos referimos a la presencia física de mujeres. Más allá de las cuotas y las consignas, una mirada un poco más profunda revela que los puestos de verdadero impacto en el Partido están ocupados por hombres, y que el régimen político es producto de la imposición de un sistema patriarcal absoluto que destrozó cualquier resquicio de feminismo en la isla tras la revolución, y que ha sido denominado “machismo-leninismo”.

Estas elecciones probablemente acaben con un hombre en el gobierno que no se apellide Castro pero, ¿cuándo llegará una mujer a la presidencia de Cuba?

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