Como siempre gobernó junto a su hermano, Raúl Castro no necesitó esperar por el poder. Prefirió, eso sí, andar a la sombra porque, con uno de los dos que diera la cara, bastaba.
Quien daba la cara, de forma permanente y agobiante, era Fidel Castro. A pesar de que siempre asumió la responsabilidad de todo lo que ocurría, los dos se repartían las culpas por el grave desbarajuste que le han ocasionado al país, a su economía, a su sociedad y a la juventud de hoy.
Raúl mantenía buenas relaciones con su madre, quien lo tenía como favorito por ser tierno y amoroso con ella. Sin embargo, era él el que traía a la casa malas notas en los exámenes de primaria, quejas por pésima conducta en la escuela católica, a la que acusó de «prisión» en más de una oportunidad.
Es cierto que el registro público de las actividades de Raúl siempre ha estado supeditado a la historia de su hermano, pero aún así, su historia como político se conoce desde 1950 cuando, con 19 años, matriculado en la Universidad de La Habana para estudiar Administración Pública, debutó como comunista en el diario estudiantil Saeta, con un escrito violento contra los Estados Unidos en relación a la guerra de Corea.
En México, Alberto Bayo, el General Rojo, quien enseñaba las tácticas de la guerra de guerrillas a Fidel y a su grupo, dio una descripción precisa y contundente de Raúl cuando lo vio insistir para que fusilaran, por insubordinación, a un miembro del Movimiento 26 de Julio.
¨Quienes piensan en matar a Fidel, no saben, no tienen la más mínima idea de que este hombre, o sea, Raúl, es Fidel multiplicado por dos en energía y en inflexibilidad porque tiene un carácter de acero¨, aseguró Bayo en aquel entonces.
El viejo Bayo, sin duda acertó: En los primeros días de enero de 1959, sin que mediaran cambios en la Constitución todavía, ordenó fusilar sin juicio a más cien hombres que pertenecían al recientemente desaparecido régimen de Fulgencio Batista.
El 13 de septiembre de 1962, durante la Crisis de los Misiles, se equivocó Raúl al advertir a Estados Unidos que ¨el final del imperialismo sería un ataque a Cuba¨. En abril de 1993, tras el desplome del campo socialista y convertido en general desde 1976, confesó al diario El Sol de México que, en 1981, los líderes soviéticos le habían confirmado que ¨ellos no hubieran podido suministrar ninguna ayuda a Cuba, en caso de una agresión de Estados Unidos a la isla¨.
Cabe preguntarse: este general de acero ¿sería capaz de sacar sus tanques contra el pueblo en un futuro cercano?
Según Rafael del Pino, ex general de la Fuerza Aérea de Cuba y exiliado en Estados Unidos, Fidel le pidió a Raúl que sacara al Ejército a las calles con el fin de controlar las manifestaciones de agosto de 1994, recordadas como ¨el maleconazo¨.
La respuesta de Raúl fue que esa no era la solución. ¿Acaso pensó en la vida de las multitudes o que la situación social podría agravarse? La verdad es que la orden de su hermano no fue cumplida y que Raúl decidió revitalizar la economía con la participación de las FAR, algo que todavía no ha logrado. Hoy los precios de los alimentos, el salario y la política monetaria representan un caos en la sociedad cubana, algo que demuestra que su administración es simplemente un fracaso.
Por estos días, algunos se preguntan cuándo fue realmente que Raúl comenzó a gobernar por sí solo. La respuesta la he escuchado del mismo pueblo, sobre todo de personas que trabajan como jardineros, carpinteros, cocineros o domésticas en Punto 0, el reparto exclusivo de la familia Castro. Fue justamente en ese lugar donde se refugió aquel 24 de junio de 2001, cuando ¡cataplúm¡ el Invicto se desplomó en el piso ante cientos de personas. Al recuperarse minutos después, les dijo a todos, por las dudas, que su sucesión estaba garantizada por su hermano Raúl.
Ese mismo Raúl es el que no ha podido evitar que un simple vaso de leche se convierta en la mayor utopía del socialismo, ya con un débil ¨puño de acero¨ y gobernando a través de ¨un modelo que ni a nosotros mismos nos sirve¨, como se le escapó decir al Iluminado en alguna ocasión.
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