A Nelson Rodríguez Leiva lo fusilaron a sus 26 años en La Fortaleza de la Cabaña en 1971. A su lado, corrió la misma suerte su amigo del alma, Angelito de Jesús Rabí. En el mismo sitio, un siglo antes, habían fusilado al poeta Juan Clemente Zenea.
De nada sirvió que por el año 1961 Nelson hubiera sido maestro alfabetizador en las montañas de Oriente, ni que en 1964 ya tuviera un excelente libro de cuentos publicado por el escritor Virgilio Piñera en las prestigiosas Ediciones R. Su madre, Ada Leiva, pidió días antes clemencia para su hijo en una carta dirigida a Fidel Castro, pero nada pudo hacerse para salvarlo.
Hace apenas unas cuantas semanas, El Nuevo Herald de Miami publicó un extenso reportaje sobre una exposición del escritor Juan Abreu, con un centenar de retratos de fusilados por el régimen castrista pintados por él. La muestra fue presentada en la sede del Parlamento Europeo, en Bruselas. Allí también estaba el rostro de Nelson.
Abreu recibió los elogios de ex presos políticos como Pedro Corso, director del Instituto de la Memoria Histórica Cubana contra el Totalitarismo, y del poeta Ángel Cuadra, quien aseguró que la Exposición de Abreu ¨es como poner a hablar a la historia a través de los rostros, un intento de rescatarlos y de darles una nueva vida¨. Si aún estuviera vivo, Abreu también hubiera recibido probablemente el apoyo del escritor Reinaldo Arenas, su gran hermano de corazón.
Se trata, dijo Abreu, ¨no de retratos convencionales, sino de un acercamiento a los rostros, muchas veces borrosos, conservados únicamente en viejas fotos¨.
Debe considerarse como un gran logro el que este proyecto de Abreu haya llegado al Parlamento Europeo, en un intento de conservar parte de la Historia que el régimen cubano hoy, en manos de Raúl Castro, quiere borrar.
Es así. La cifra de cinco mil fusilados pende sobre Cuba como la espada de Damocles, pero el espíritu de todos ellos continúa en la Fortaleza de la Cabaña. Por muchas fiestas que organicen, por mucha algarabía, bullicio, alboroto o jaleo que haya, por mucha Feria del Libro que realice el gobierno verdugo cada año en ese lugar, la desaparición total de esa huella profunda no ocurre.
Allí quedaron para siempre los dos jóvenes escritores Nelson y Angelito, amarrados, con los ojos tapados para no ver los fusiles de la noche, muy juntos, como pidieron morir.
No hace mucho, alguien que los conoció me dijo que Nelson era muy romántico, que lloraba con las melodías de los Beatles, que hasta se parecía un poco a James Dean, y que Angelito, convertido en su noble paje, hasta tenía cara de niño al momento de su muerte.
Por las tristes callejuelas de la Fortaleza de la Cabaña, por donde caminaron hacia la muerte Nelson y su amigo, hoy caminan regularmente muchos de los ¨agradecidos¨ cubanos que ignoran esta historia.
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