El presidente cubano más censurado

Ningún presidente de la Cuba se ganó el debido respeto del ya difunto líder cubano Fidel Castro. De todos ellos, sin duda, el más despreciado y censurado fue Don Tomás Estrada Palma (1835-1908). Sin escrúpulos, Fidel mandó a derribar su estatua en la Avenida de los Presidentes en 1961, y no le importó siquiera que fuera una de las figuras más honradas de la historia cubana, además de gran amigo de José Martí.

Monumento destruido de Palma Estrada en Vedado. Foto: Tania Díaz Castro
Monumento destruido de Palma Estrada en Vedado. Foto: Tania Díaz Castro

Por otra parte, Fidel ha tergiversado tanto todo que en algún momento Don Tomás pasó a ser un personaje maléfico, sólo por haber sido un sincero admirador, no sólo de los Estados Unidos como nación, sino también de su prosperidad, modo de vida y respeto por las leyes y las libertades civiles.

Para nada se ha tenido en cuenta que el buen gobierno de Estrada Palma, elegido gracias al apoyo de todo un pueblo que lo amó y lo respetó, logró grandes éxitos gracias a la ayuda de Estados Unidos. A modo de ejemplo, al llegar a la presidencia, el tesoro público era de medio millón de dólares pero, al retirarse cuatro años más tarde, había un superávit de 20 millones de dólares. Fue justamente gracias a ello que pudieron llevarse a cabo grandes mejoras en las áreas de educación e industria; también en lo que respecta a los veteranos de la Guerra por la Independencia.

Aunque estaba convencido que la anexión a Estados Unidos era lo mejor para Cuba (dudaba de que la Isla fuera dirigida por buenos gobernantes), jamás propuso esto como camino único a seguir. Sí le era atractivo, en cualquier caso, contar con el respaldo norteamericano para evitar una guerra civil o varios enfrentamientos de sangre, lo cual no debería entenderse como algo descabellado o ilógico.

Don Tomás tuvo una vida fructífera y ejemplar. Junto a su madre Candelaria, fue uno de los primeros que se incorporaron a la guerra de 1868. Año y medio después cayó prisionero, pero logró llegar hasta Estados Unidos y fundar allí, de la mano de José Martí, el Partido Revolucionario Cubano. Ya en el poder, escribió a un amigo: ¨promoveremos las inversiones de capitales americanos en todo género de empresas en la Isla y desarrollaremos entre ambos países un comercio recíproco que afianzará la prosperidad interior de nuestra patria¨.

Hace unos días me llamó la atención que el Presidente del Instituto de Historia de Cuba, René González Barrios, se refiriera (nada menos que en el periódico Granma) al encarcelamiento que sufrió la octogenaria madre de Don Tomás, episodio rara vez mencionado en la prensa nacional. Esto detonó una pregunta: ¿Será al fin reivindicado Don Tomás, tanto como se lo merece?

Para el castrismo, su gran pecado fue que quisiera ser reelegido y, sobre todo, ser asistido por el gobierno norteamericano en cuestiones de desarrollo, defensa y estabilidad interna en pleno período de revueltas contra la cúpula político-administrativa.

Sobre este asunto, el célebre historiador Jaime Suchlicki, señala que los cubanos carecían en aquel entonces de responsabilidad política, y que la tendencia era solucionar los conflictos a través de la violencia. En ese caso, también cabría preguntarse si fue (o no) positiva aquella revuelta popular de los liberales que evitó la reelección de Don Tomás.

Lo que ocurrió después se sabe en parte: el por aquel entonces presidente renunció, y meses después murió más de pena que de pulmonía. Mientras, la tendencia de los cubanos a recurrir a la violencia continuó manifestándose hasta llegar, lamentablemente, a una “revolución» que luego se convertiría en una dictadura de décadas; en resumen, la violencia política nunca se fue y desde hace tiempo se ejerce desde arriba.

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