La huella dejada por Hemingway en Cuba es imborrable. Además de su obra literaria y periodística, donde reflejó maravillosamente a La Habana y a Cuba, el hotel Ambos Mundos, donde escribió novelas, la finca Vigía donde vivió por veinte años, el bar Floridita, que honra su trago predilecto, y el complejo turístico Marina Hemingway, que celebra anualmente un torno de pesca de la aguja en su nombre, son actualmente sitios obligados en el itinerario turístico
Hablando de este último, me interesaba saber cómo se desarrolló la recién finalizada edición 66 del torneo de pesca de la aguja -la primera luego del restablecimiento de relaciones diplomáticas y comerciales entre Cuba y Estados Unidos. Cubanet visitó la Marina Hemingway y allí entrevistó a funcionarios y a marineros. Comprobó también que en este 2016 alcanzó la cifra record de embarcaciones participantes: 97, de las cuales 80 eran estadounidenses, y sólo dos, cubanas.
Otro dato nuevo es que la mayoría de los barcos estadounidenses vinieron con autorización legal, no como en otros tiempos que lo hacían a través de un tercer país.
Carlos, uno de los operarios del puerto, informó que la marina cubana tenía todos los barcos en condiciones muy precarias, por lo que trajeron las necesarias desde Varadero. Probablemente por esta razón, todos los premios los obtuvieron los norteamericanos.
Dargel Machado Millán, encargado de relaciones públicas de la marina, dio a conocer que el torneo de la pesca de la aguja surgió el 26 de mayo de 1950, en la entrada de la bahía de La Habana, en el antiguo Yacht Club Internacional al que pertenecía Hemingway. Con el triunfo de la revolución se escogió la marina Barlovento -hoy marina Hemingway- para la celebración de estas corridas.
“Pero la marina tiene un gran reto por delante -asegura Dargel-, adolece todavía de una infraestructura eficiente. De las 400 capacidades de atraques que existen en total, solo hay disponibles 170. También el factor humano influye contra la agilidad que exige un evento de esta magnitud”.
Cuenta Dargel que este año, las autoridades abrieron la inscripción a todos los cubanos que quisieran participar, siempre y cuando pagasen la inscripción debida y fueran avalados por la Federación Cubana de Pesca. Por primera vez los barcos norteamericanos pidieron guías cubanos, y la marina les preparó recorridos por la ciudad con el objetivo de que interactuaran con la gente. Consideraron de muy buena la organización en general.
En los muelles conversamos con un marinero que quizás tenga una versión diferente sobre el asunto. Asegura que la participación fue muy superior en cantidad de barcos y de americanos, pero que la relación entre cubanos y americanos fue bastante distante. Los americanos no querían darle vida a los marineros. «En otros tiempos el torneo era una fiesta y los americanos dejaban que les “hiciéramos el barco”, les cambiáramos los dólares y los lleváramos de paseo, pero esta vez ellos mismos limpiaban sus barcos y hasta trajeron sus propios CUC. Había uno que pasaba por los barcos cambiándolos por dólares. Y de pasear, nada. No tuvimos vida. Ya no son los americanos de antes. Estos parecen otros americanos».
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