El profesor colombiano Efrén Delgado, Director de la Universidad de los Trabajadores Latinoamericanos (UTAL), define a los cubanos como las personas más recursivas del planeta gracias a su capacidad de adaptarse perfectamente a cualquier circunstancia y encontrar las soluciones más increíbles a los problemas. Prueba de ello fue la resolución de un rompecabezas extremadamente complejo a la que llegó un grupo de cubanos en la misma casa de estudios. La forma en la que fue resuelto dejó pasmado al maestro.
Si resultó posible solucionarlo fue porque la subsistencia en Cuba es un rompecabezas a diario. El individuo va procurándose algo a cada paso, armándose sobre la marcha, y garantizándose por motus propio el sustento al terminar la jornada. Al día siguiente, no queda más que comenzar otra vez la faena de siempre y volver a armar un nuevo rompecabezas.
Lupe, uno de mis vecinos, da una muestra elocuente de una de estas salidas fantásticas a las necesidades perentorias. Cuenta que Mayito, vendedor de café por cuenta propia, le pidió que le vendiera un abrigo de pana que Lupe exhibía como enviado por su ahijada de Miami. En realidad, una pieza de uso, adquirida en la tienda de reciclaje “El Náutico”.
Como Mayito no tenía dinero para comprar el abrigo y le hacía mucha falta, Lupe, que es un bebedor empedernido de café, le propuso valorar la pieza en 8 CUC (192 pesos cubanos), es decir, un precio módico para un abrigo de Miami, que pagaría Mayito a Lupe con una taza de café todas las mañanas.
“Ahora tengo 192 días de café asegurado, ¡tremendo negocio!”, dice Lupe satisfecho por el trato concertado, quien me jura no poder vivir sin el aromático grano.
El café es a Lupe lo que la coca a los nativos de los Andes. Con un trancazo al despuntar el día consigue llegar en buenas condiciones hasta la tarde, momento en el que ya tendrá inventado algo para la comida. Con el acuerdo puede incluso invitar a algún amigo a un café mañanero, algo que da reputación aunque eso vaya en detrimento de su negocio, porque acorta el ciclo estipulado de 192 días.
Otra prueba que confirma la teoría de Efrén Delgado, es la del grupo de borrachos de Jaimanitas que han sobrevivido a este crudo invierno de 2016 con caldo de gallina y gallo para combatir el frío de los días y asimilar el alcohol que ingieren. El grupo, reunido todas las tardes en torno a una cazuela cerca de la orilla del mar, explica que no compran los ingredientes en ninguna parte, y que simplemente esperan las sobras que se arrojan al mar o al río como ofrendas a Yemaya o a Oshun. De ahí sólo les queda rescatarlas y echarlas al agua hirviendo.
“Escogimos este sitio de la costa para montar el tacho, porque el correntín de la ensenada las trae directamente aquí. A veces en una día sacamos hasta cuatro animales, además de calabazas, melones y plátanos, un festín”, según Michiflin, uno de los integrantes del grupo.
La salud de la que gozan en los últimos tiempos también tiene una explicación un tanto asombrosa. Uno de ellos localizó en las farmacias una nueva bebida que han bautizado con el nombre de “extractin”, una tintura de romerillo preparada por la Empresa Farmacéutica para combatir los catarros. Preparada con alcohol casi puro y mezclada con el zumo de aquella planta medicinal, solo vale tres pesos; muchísimo más barata que el alcohol de noventa grados que rebajan al cincuenta por ciento con agua. La nueva bebida predilecta del grupo, reemplaza otros “inventos” de los vendedores clandestinos: la “Chispa de tren”, la “Patada de Kin Kong”, el “Pisotón de Mamut”.
Todas ellas parecieran haber quedado atrás con el extractin, según Michiflin, quien después de beberse su caldo humeante de gallina, saca su frasco del bolsillo, se da un trago y lo muestra encantado. Algo a tener en cuenta: por la pureza de este compuesto, las autoridades farmacéuticas recomiendan en su preparación solo veinte gotas por vaso de agua, pero estos “enfermos sociales” atrapados en el alcohol tienen con un trago bastante rato de euforia y fantasía.
“Aparte de la tremenda nota que da, nos tiene hecho unos troncos, ¡míranos!, ninguno tiene catarro, ni dolor de nada. Mientras haya gallinas y extractin, leña y cazuela, ¡que venga el invierno! Aquí estamos para combatirlo”.
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