Un ciudadano español, natural de Toledo, de visita por primera vez en Cuba, me cuenta que ha pasado dos semanas increíbles viviendo como un cubano más, experiencia que le ha dado la posibilidad de tocar con las manos la realidad cubana.
Se llama Frank. Dice que no ha visitado ningún lugar turístico, ni se hospedó en hoteles de lujo, ni ha probado la comida reservada para extranjeros, todo lo contrario: Ha viajado en ómnibus urbanos, perdido en la multitud agolpada en el pasillo, se ha montado en los taxis particulares llamados popularmente ¨almendrones¨, comió en las cafeterías particulares , y caminó por el corazón de los barrios más pobres, como Diez de octubre, Alamar y San Agustín. Según sus palabras, tuvo el privilegio de visitar viviendas muy humildes, y conocer gente muy sencillas, que en su país hubieran sido declaradas como de ¨extrema pobreza¨.
Le pregunto: ¿de todo lo que has visto en tus dos semanas de estancia en Cuba, qué cosa te ha llamado más la atención? Y responde rápidamente: ¨La avalancha capitalista cohabitando con la triste miseria de los barrios. Las tiendas abarrotadas de productos occidentales, a precios verdaderamente alarmantes, y la gente comprando con una voracidad que no había visto en ningún otro lugar. Una interrogante me ha martillado durante estos 15 días, ¿de donde surgirá ese alto poder adquisitivo que contrasta con esa otra Cuba de los barrios pobres?¨.
De la cultura ciudadana comenta: ¨los cubanos responden a patrones europeos que pudieran catalogarse de aceptables, aunque en todo momento percibí la sensación de estar frente a personas obligadas a mantener la calma y el silencio a toda costa. Venía de España con buenas referencias, con información sobre Cuba de primera mano, ya que mi esposa es cubana y me acompañó en el viaje. Allá existe una fuerte división de criterios. Los sectores de izquierda hablan de prosperidad en la isla, de buena educación y salud pública gratuita, pero la derecha dice todo lo contrario, que hay mucha escasez y problemas de todo tipo. Con este viaje he logrado formarme mi propia opinión¨.
Me contó que visitó la playa Baracoa: ¨pequeña, con mucha suciedad acumulada en la orilla. A pesar de eso la gente se bañaba como si nada¨. También indagó sobre los precios en el mercado negro, hizo muchas preguntas, buscando respuestas al cúmulo de interrogantes que a cada paso se le aparecían en el camino, pero no obtuvo respuestas a muchas inquietudes.
Frank considera que para conocer a fondo Cuba se necesita tiempo. Dos semanas no han sido suficientes. ¨Me he quedado con deseos de conocer más. Descubrir la esencia del cubano que lo vuelve un ser totalmente singular. Eso se ha convertido para mí en un reto. Me queda pendiente otra visita¨.
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