Puede que alguna vez os hayáis preguntado cómo funciona la censura en Cuba. Cabe esperar que un gobierno que ha sabido manejar tan bien el miedo sepa cómo utilizar la censura, que no por sutil hace menos daño. Cuando la cultura de un país se pone al servicio de la política, la sociedad civil siempre corre grave peligro. La censura, al igual que el miedo, siempre tiene la capacidad de deformar a las personas.
En este número hemos querido recoger algunos ejemplos de cómo la censura puede ser crucial para desestructurar un pueblo: para hacer que algunas personas tengan que vivir lo que son y crear lo que sienten a escondidas, otras tengan que huir, y otras acepten las reglas del juego y olviden la necesidad de luchar por lo que son.
Orlando Luis Pardo Lazo nos revela una historia fascinante sobre una censura oculta, Francis Sánchez nos habla de cómo consiguió que la censura no matase su alma, y Lía Villares nos explica con una fotografía cómo a veces la censura depende de la decisión de una persona o cómo ni existe para algunos privilegiados que comulgan con la élite política. Por último, la entrevista con Anyer Blanco nos muestra, quizás, otra forma de censura: ¿Acaso obligar a una persona a hacer el servicio militar no puede llegar a ser un gran atentado contra su alma?
En las páginas siguientes se habla mucho del alma, quizás lo que más peligro corre hoy en Cuba. El alma, entendida como el núcleo de cada persona, como sus principios, sus ideales y su necesidad de crear y de realizarse. Atrapados en el círculo vicioso de la supervivencia, muchos cubanos tienen el alma irremediablemente dañada. Tal vez lo realmente censurado en Cuba sean las almas.
Durante estos últimos años hemos visto sucederse muchos cambios en Cuba, la mayoría económicos. También hemos visto como las desigualdades sociales crecen vertiginosamente, no así las libertades individuales. Aunque Cuba quizás no sea tan paraíso como claman algunos ni tan infierno como aseguran otros, nadie puede negar que la censura allí existe. Y si llega la democracia, tampoco estarán a salvo. Hay ya sobrados ejemplos de que la democracia no destruye la censura, solo la transforma. Todos corremos el riesgo de ser censurados.
La oposición cubana suele pedir a los viajeros que visitan Cuba que miren la isla sin la gafas de turista, para poder así apreciar cómo es en realidad. Nosotros, en esta revista, os proponemos que a partir de ahora miréis a Cuba no sólo sin las gafas de turista, sino más allá de todo lo que habéis aprendido sobre ella; sin compasión, sin condescendencia, sin Revolución, sin EEUU… SIN CENSURA.
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