La ola represiva -nuestro tsunami político- llega a toda la sociedad cubana: científicos encarcelados entre la vida y la muerte, decenas de periodistas repetidamente detenidos, artistas que no pueden ejercer su derecho a una convocatoria, mujeres vestidas de blanco golpeadas por marchar con una flor en la mano como símbolo. La lista es interminable.
El Observatorio cubano de derechos humanos (OCDH) señala con certeza que “mientras el nuevo gobernante en funciones, Miguel Mario Díaz-Canel, recorre el país en una constante operación de imagen, la represión aumenta en todas las provincias.”
Incluso el gobierno de los Estados Unidos emitió una declaración al respecto:
«Instamos al gobierno de Cuba para que libere a los prisioneros políticos inmediatamente y que frene la detención arbitraria de activistas cubanos y pensadores independientes que critican a su gobierno a través de medios pacíficos. También exhortamos al gobierno cubano para que cesen las represalias contra los familiares de estos activistas.”
Si bien se barajan diversas hipótesis sobre la tan inusitada creciente represiva, expertos afines al gobierno, entrevistados por la agencia AFP, intentan una suerte de explicación:
«La invocación a Raúl Castro es de esperar porque, aunque rescata el estilo del pasado, Díaz-Canel encuentra legitimidad al reiterar la continuidad del liderazgo histórico revolucionario,” afirma Arturo López-Levy, profesor de la Universidad de Texas-Rio Grande Valley.
En este sentido, no resulta nuevo que el Jefe de Estado quiera afianzar su poder inculcando más miedo, compensándolo con una imagen renovadora que contrasta con las crueles arrugas de su predecesor. Supuestamente, pronto vendrán las tan ansiadas reformas.
Un editorial del portal digital Diario de Cuba se opone a tales esperanzadores:
“Se trata, no del refuerzo y afianzamiento de las instituciones, sino del refuerzo del carisma de un líder; en otras palabras, se trata meramente de populismo. Se lo hace también al televisar las reuniones del Consejo de Ministros, porque lo importante entonces no es el buen funcionamiento institucional, sino la exhibición de ese funcionamiento. Puro exhibicionismo.”
La paradoja del tsunami represivo, que otra vez vuelven a vivir los cubanos, es que los represores se pasan por encima la propia Constitución que juraron defender y que, a bombo y platillo, va a contar con reformas sabe el diablo para qué.
Así incautaron una solicitada con más de diez mil firmas a punto de ser entregada al gobierno en calidad de petición de libertad para su líder encarcelado Eduardo Cardet. La acción viola flagrantemente el artículo 63 de la Constitución vigente, relativo al derecho a presentar quejas y peticiones a las autoridades.
La vida de un reconocido científico cubano corre serio peligro mientras cumple un año de cárcel por supuesto desacato, por una supuesta falta de respeto a un agente de la autoridad. Una sentencia amañada, totalmente desproporcionada y de marcada intención política.
Con tales truenos cómo creer la nueva fábula de que Díaz-Canel nos traerá las anheladas reformas. Tutelado por Raúl Castro, aún la máxima figura del poder en el país, no importa cuánto rejuvenecimiento aporte la nueva combinación de garrote y sonrisa a la prometida solución de tantos y tan viejos problemas.
Cara nueva frente a problemas viejos, la certeza de no tener soluciones efectivas significa para los cubanos una maldecida combinación de sangre, sudor y lágrimas.
kizi ,
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