La realidad de Ponce y Richard

Con su cuarto lleno hasta el techo de ‘materia prima’, Richard Guzmán se rompe la cabeza pensando en cómo salir del callejón en que está metido. Todos los establecimientos dedicados a la compra de envases, cartonería, metales y plásticos reciclados cesaron sus actividades desde la llegada del ciclón Irma. Del reciclaje es de lo que él vive.

A pesar de ser declarado ya en su niñez ‘interdicto mental’ (término jurídico aplicado a una especie de demencia leve), Richard se provee el sustento y ayuda a su familia: sus dos abuelos que viven en la habitación contigua y lo dejan hacer.

Los cubanos y lo faltante de cada día. Foto: Frank Correa
Los cubanos y lo faltante de cada día. Foto: Frank Correa

“Si llenar el cuarto de botellas y tarecos es su trabajo, y se busca así los pesos, está muy bien”, dice Justa, la abuela, pese a que su marido, Lázaro, no sea de la misma opinión.

“Cuba entera esta parada”, me dice Richard. “No hay cerveza en la calle y la sacan a buchitos porque todo el vacío está en las casas de los recogedores. La fábrica de plástico está igual de detenida”. Me invita a su cuarto, donde 40 cajas de cerveza, junto a un sinfín de objetos de plástico y metal, esperan a que reabra algún centro de recogida. “No hay abierto uno en toda La Habana”, me asegura Richard. “Cuba entera está parada”… sus ojos me miran desorbitados y con rasgos de loco.

Me despido y me voy, pero la frase se me queda grabada. Busco otra fuente, que pueda confirmar la objetividad de la expresión de Richard. Le pregunto a un lúcido, al técnico en electrodomésticos Luis Ponce, quien se ha leído muchos libros y diserta de política con bastante claridad. Le pregunto: “¿Opinas que Cuba entera esté parada en estos momentos?». Ponce responde:

“No solo parada, también acéfala, porque se perdió la cabeza, la guía, el que tenía las ideas, el único que podía tenerlas ya se ha ido. Sobre cualquier tema podías tener una idea, pero era imposible materializarla, proyectarla. Pero si venía de ‘él’ la idea, la que fuera, igual si era una locura… enseguida esa idea se ponía en marcha. Una vez que se fue, nadie más tuvo ideas… todo se ha quedado en la nada. Mira allí, ¿ves esa brigada de reclutas? Lleva tres días con ese árbol que arrancó el ciclón. Son seis soldados, con un hachita, viene uno y le da un poquito a una rama, luego le pasa el hachita a otro que le da otro poquito… y así se meten una semana. En cambio una idea… ¡¿quieres ver lo que es una idea?! ¡Dos motosierras eléctricas y vámonos para el próximo árbol!”, sentencia Ponce.

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