No hace mucho, una familia de turistas norteamericanos protestaron ante un policía, cuando repartían artículos de vestir durante una habitual peña deportiva, en el capitalino Parque Central.
El señor Eliot Mackenzie, junto a su esposa Anna y su hijo Daniel, se molestó porque, al momento de regalarle un par de zapatillas deportivas marca New Balance a un joven llamado Yosbani, llegó un uniformado solicitándole el carnet de identidad al joven favorecido. El oficial no sólo irrumpió en una entrega de auténtica buena voluntad, sino que además le quitó las zapatillas, procedimiento típico de las autoridades en pos de intimidar cualquier vínculo entre la población local y los extranjeros.
La reacción general fue de solidaridad con el interpelado. El norteamericano, por otra parte, remarcó su total derecho a regalarle sus pertenencias a quien le parezca, y acompañó la acción regalando billetes de 10 dólares, a los presentes.
Finalmente al policía no le quedó más remedio de abandonar el parque ante la firme protesta de los allí reunidos.
En la misma peña, un señor llamado Julio Pablo Ramírez, después de aceptar alegremente los 10 ‘fulas’, realizó el siguiente comentario: “Yo rento mi casa a turistas en el barrio de Jesús María. Los norteamericanos son muy dadivosos e independientes, no aceptan que violen sus derechos”.
Felipe Romero, conductor de bicitaxi, amplió el tema con sus experiencias: “Los ‘yumas americanos’ son muy buenos en eso de pagar y hacer regalos. Les gusta caminar por La Habana, cogen bicitaxis, cocotaxis y hasta carros americanos viejos, nada de lujos aunque anden forrados de billetes».
Por su parte, el portero del Hotel Inglaterra, Rogelio Torrado, intervino diciendo que el turismo americano aparece catalogado por el Ministerio del Turismo, como aquel que trae los mejores clientes en cuanto a propinas, simpatía y buscadores de cualquier tipo de servicio de calidad. «Ellos se interesan mucho en la realidad cubana, por eso conversan con el cubano de a pie», aseguró.
Los comentarios apuntan a un turismo diferente en sus modales, muy apegados a lo cubano, sin inhibiciones, lejos de los hoteles. Pagan al contado, no regatean. De acuerdo al autoritarismo vigente -que por cierto, heredó la pseudo cultura de dirigirlo todo, incluyendo lo que hace a la estancia de los extranjeros-, los norteamericanos resultan ser muy apreciados, aunque la sonrisa hipócrita se vea acompañada del «welcome gubernamental».
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