La infausta herencia de Fidel

El modelo creado a punta de pistola, delaciones, consignas patrioteras, marchas de reafirmación revolucionaria, racionamientos y éxitos de hojalata (estos últimos vendidos en el mercado internacional como joyas preciadas) sigue en pie, pese a la desaparición de su principal gestor.

La muerte de Fidel pasó inadvertida en el día a día cubano, más allá de las plañideras, el funeral de tintes faraónicos y los regocijos discretos en el interior de la isla y los festejos desbordantes de cubanos en el exilio. El modo de vivir atado a las penurias y regido por el miedo en todas sus variantes, no ha mejorado en nada. Por el contrario, la miseria tiende a acentuarse y la represión contra los protagonistas de acciones contestatarias va cuesta arriba.

Fidel Castro. Foto: PIN
Fidel Castro. Foto: PIN

Hasta ahora, la fórmula que pudiera detener la capacidad destructiva del sistema que se acerca a su 58vo aniversario, no aparece por ningún lado. Para colmo, existe una clara imposibilidad de articular un movimiento opositor, debido al proceder arbitrario y despiadado de la policía política, y a los fallidos esfuerzos de estructurar consensos por parte de los ciudadanos deseosos de un cambio de régimen. Por si esto fuera poco, el mundo pareciera haber apostado por la convivencia pacífica con una de las dictaduras más longevas de la historia contemporánea.

A modo de prueba, basta con pensar en el levantamiento de la Posición Común por parte de la Unión Europa, la normalización de las relaciones entre el bloque comunitario y el gobierno comunista, la presencia de Raúl Castro en la pasada Cumbre de las Américas, la reelección de Cuba en el Consejo de Derechos Humanos, el apoyo sin medias tintas del Vaticano y, tras su fallecimiento, el homenaje a Fidel por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Al prontuario de hechos, además, habría que agregarle el deshielo pactado con la saliente administración demócrata. El saldo de esa transacción -que culminó con la apertura de las respectivas embajadas y el otorgamiento de nuevas concesiones- apuesta en ayudar para una pausada y zigzagueante transición, en detrimento de los derechos humanes fundamentales. El móvil del acercamiento no es otro que el interés en materia comercial por parte de los Estados, acción que de ninguna manera garantiza el tránsito a la democracia.

Algunos analistas han expresado que el proceso podría requerir unos 10 años, y esto en lo tocante al despegue de las transformaciones y a la consolidación de las nuevas estructuras económicas. En cuanto al escenario político, abundan las reservas y los enigmas.

¿Un autoritarismo light? ¿Un partido comunista que procede a un parcial descongelamiento de sus estructuras y favorece la vertebración de corrientes de opinión menos ortodoxas?, ¿Una oposición creada con el objetivo de legitimar el viejo andamiaje del poder? Son muchos los interrogantes y las incertidumbres.

En los próximos tiempos, quizás Trump ponga en práctica una nueva política hacia Cuba, y no sabemos aún si atacará de frente o si le concederá tiempo a la dictadura para su reconversión a largo plazo. La probabilidades de esto último, en cualquier caso, no parecieran ser muy altas, puesto que, al final, tendrá que atenerse a las decisiones que tome el establishment. Cortar de raíz los pasos dados por Obama, o sea llevar la relación a cero, es una aspiración también poco realista.

Hay que detenerse en las complejidades de la geopolítica y los intereses nacionales como superpotencia, para no alejarse demasiado de la racionalidad de los pronósticos.

La llamada oposición tradicional, de la cual formo parte, está llamada a saltarse los muros del idealismo y repensar las estrategias ante los retos que se avecinan, en un país, donde existe al menos un informante de la policía cada 15 personas. La eficacia de la maquinaria represiva es un hecho.

Hoy en día, los militares controlan el 80 % de la economía y a mediano plazo no les quedará otro remedio que multiplicar sus pactos con el capital transnacional para evitar el colapso. Eso, sin embargo, no indicaría la llegada de la democracia, ya que esta última y aquellos no siempre van de la mano.

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