Fundada en 1728 por frailes dominicos, la Universidad de La Habana fue democrática durante 231 años.
Por qué no dejó de serlo cuando reabrió sus puertas el 11 de mayo de 1959, ya producida la revolución, es una historia aún por conocerse, y resulta curioso que la prensa jamás haya tocado el tema. Efectivamente, las nuevas autoridades en funciones demoraron largos meses en apoderarse realmente de esta institución cultural. Las maneras, por otra parte, fueron a veces poco sutiles.
En las aulas de la universidad habanera, el estudiantado no apoyaba a los que recientemente se habían hecho con el poder, puesto que nada decían acerca de elecciones generales o de un verdadero deseo de desarrollo. Sumado a esto, el 7 de febrero de ese mismo año, apenas un mes de la irrupción de los revolucionarios en el Estado, fue derogada la Constitución del 40, por lo que tanto había luchado la Universidad y sus integrantes.
Buenas preguntas para hacerse serían las siguientes: ¿Qué decían Manicato y Trinchera, los periódicos universitarios de aquellos meses, antes de sacados de circulación? ¿En qué periódico castrista se hace referencia al 5 de febrero de 1960, día en el que decenas de miembros de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) fueron encarcelados por marchar pacíficamente hasta la estatua de José Martí en el Parque Central de La Habana?. El desagravio de que Anastas Mikoyan, por aquel entonces vicepresidente de la Unión Soviética, colocase frente a esa figura tan querida una corona de flores en forma de hoz y martillo, había sido demasiado.
Si ese hecho hoy se conoce, es porque Juan Manuel Salvat, uno de aquellos estudiantes, lo ha narrado desde su exilio en Miami. Alberto Mulleer, Ernesto Fernández Travieso y muchos otros pudieron confirmarlo. Otras víctimas del área universitaria fueron, además, nuestro muy recordado Pedro Luís Boitel -líder católico estudiantil, muerto en prisión luego de una huelga de hambre-, así como Virgilio Campenía Angel y Alberto Tapia Ruano, ambos miembros del Directorio Estudiantil Revolucionario, fusilados en La Cabaña el 18 de abril de 1961. Para finales de ese año, las ejecuciones habían alcanzado la cifra de 1330 fusilados y las cifras referidas a presos políticos dentro de las cárceles nacionales alcanzaba a unas diez mil personas.
Pese a todo esto, poco sabe sobre las luchas internas que sucedieron a puertas cerradas en la Universidad de La Habana cuando Fidel Castro anunció en un discurso del 2 de abril de 1959, que se posponían las elecciones generales bajo pretexto de eliminar el desempleo y el analfabetismo. Meses más tarde, el 1 de mayo de 1960, exclamaría la famosa frase de ¨¿elecciones para qué?¨. El gobierno revolucionario se estaba transformando en una ¨sangrienta dictadura¨, como la llamó acertadamente el escritor Octavio Paz.
La Universidad de La Habana dejó de ser democrática paulatinamente, y no gracias a algún estatuto o decreto. Profesores y estudiantes inconformes comenzaron a marcharse al exilio. El 16 de julio de 1960 se abolió el Consejo Universitario y en su lugar se impuso una Junta Superior controlada por el Fidel Castro. Todo debía responder únicamente a las normas, deseos y necesidades de la llamada Revolución que sobrevive hasta hoy con una intelectualidad más bien discutible.
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