Necesidades y faltantes del curso escolar

Comenzó en Cuba el año escolar 2017-2018 y si bien, a través de los medios oficiales, dirigentes del Ministerio de Educación aseguraron que iban a garantizar el material escolar en aras del exitoso desempeño de los niños, la realidad es otra. Muchas carencias han aflorado y devenido en quejas de padres y alumnos.

Primer día de clases. Foto: Yunia Figueredo
Primer día de clases. Foto: Yunia Figueredo

En Santa Fe, pueblo costero del noroeste de La Habana, varias madres concuerdan en que, a diferencia de otros años, en este han faltado muchos implementos básicos a los que ya estaban acostumbrados los alumnos.

Leina Ramírez, por ejemplo, comenta que, en el aula de cuarto grado adonde asiste su hijo, entregaron solo ocho libros de lectura nuevos. El resto provenía de los cursos anteriores y se encontraba en muy mal estado.

«Pidieron a los padres que los reconstruyeran. Eso causa malestar y una marcada diferencia entre los que accedieron a libros nuevos y los que les tocaron los rotos o con hojas perdidas. Estos niños no podrán leer lo obligatorio de manera relajada y completa. Además, entregaron un tubo de pegamento cada dos niños y un pincel para seis. El pegamento es un tubo muy pequeño que, a las claras, se agotará con los primeros trabajos de clase. Con el pincel sucede algo parecido, pues tendrán que turnarse para utilizarlo… una verdadera molestia. El colmo, sin embargo, fue que luego pasaron dos muchachos por mi casa, vendiendo a diez pesos esos mismos tubos de pegamento que no alcanzan en la escuela”.

Otra madre que se queja por la falta actual de recursos es Magda, trabajadora por cuenta propia en el reparto El Roble, también en Santa Fe.

“Las computadoras no han llegado a la escuela y en las clases de computación se dedican a ver muñequitos en el televisor del aula. La asignatura de computación, además de ser una de las más deseadas por los muchachos, es también de las más necesarias. En mi casa jamás hemos tenido una. Mi hijo soñaba con comenzar este curso y aprender a manejarla, pero lo que le toca es ver dibujos animados. Los mismos que ve en la casa”.

La alimentación para los alumnos en régimen de semi-internado es otro de los grandes problemas que golpean a las escuelas primarias.

“El primer día de clase el menú fue arroz blanco, chícharos, pan y una naranja agria, con lo cual pocos alumnos pudieron comer como se debe”, dice Reina Arencibia, de 24 años y vecina del reparto popularmente conocido como ‘Ramirito’, por su cercanía a la mansión del comandante revolucionario Ramiro Valdés. “Ese día en particular debían haberse esforzado y brindar un menú decente, por lo menos con alguna proteína. Pero nada. Parece que esa será la opción alimentaria para todo el curso, igual que el año pasado”.

“No alcanzamos camisas de uniforme”, dice Tamara, madre de dos varones jimaguas, que asisten a octavo grado en una escuela secundaria del reparto Flores, en el municipio Playa. Molesta por todos los gastos del curso escolar y las necesidades imposibles de cubrir, Tamara comenta que lo primero que dijo la maestra fue que no se permitirían en el aula niños sin el uniforme completo.

Dice Tamara que fue hasta ‘La cuevita’, un barrio de San Miguel del Padrón, famoso por su venta clandestina de todo tipo de enseres y vituallas, pero no logró su objetivo.

“Encontré allí camisas de secundaria usadas, a sesenta pesos cada una. Casi una estafa, pero qué voy a hacer… o van o no van a la escuela, punto. Y los muchachos tienen que estudiar, porque la calle está mala y tienen que ser algo en la vida. Ya bastante con que no tienen padre. Lo perdieron en una salida ilegal hace varios años. Me he batido sola y tengo que seguir adelante”.

Estas quejas de las madres con hijos en edad escolar son un hecho. Existen claras necesidades aún sin cubrir y la carencia de materiales de estudio abunda por estos días en las puertas de las escuelas, en las calles y en los hogares cubanos. En un país donde la educación no sólo es gratuita y segura, sino también uno de los estandartes enarbolados por los dirigentes de la revolución (cuyos hijos, por cierto, no van a estas escuelas ni sufren las privaciones del resto de los cubanos), esto puede considerarse más que una vergüenza.

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