Donde mi padre querría estar

Las dictaduras, sobre todo si son totalitarias, se parecen en todo y esta de Cuba, no es la excepción. El Estado, considerado omnímodo porque que abraza y comprende todo, dispone no sólo de los niños, sino incluso hasta de los muertos.

Foto: Tania Díaz Castro
Blas Roca. Foto: Tania Díaz Castro

Ejemplos hay muchísimos. El mejor ejemplo es el que ocurrió el 26 de abril de 1987, cuando el cadáver del líder político Blas Roca (1908-1987) fue depositado, por orden expresa de Fidel Castro, en el Cacahual, al sur de La Habana, lugar donde reposan los restos de Antonio Maceo y Panchito Gómez Toro, entre otros.

Allí quedó Blas, uno de los políticos más honrados de la República, un hombre que durante toda su vida luchó por una amplia justicia social y que se desprendió de forma generosa de su partido, obligado por las convulsionadas circunstancias políticas tan de los años sesenta

El testimonio de Vladimiro Roca, hijo de Blas, opositor pacífico de la dictadura castrista y viejo defensor de la democracia, afirma que su padre quería que lo enterraran en la tierra pelada, para ser abono útil, a la sombra de una mata de mango donde él solía sentarse a pensar, en la casa de calle 87 no. 105 del Nuevo Vedado.

Vladimiro Roca sufrió largos años de prisión política en Cuba cuando tenía 59 años, luego de ser condenado en 1999 por un supuesto delito de sedición. Poco antes había pertenecido a la organización opositora Corriente Socialista Democrática, y al Grupo de Trabajo de la Disidencia Interna. Además, fue junto con Marta B. Roque, Félix Bonne y el abogado René Gómez Manzano, uno de los firmantes de ¨La Patria es de todos¨, uno de los documentos esenciales del Movimiento de Derechos Humanos de Cuba.

Todavía hoy muchos en Cuba se preguntan cómo hubiera reaccionado Blas Roca ante el encarcelamiento de su hijo, sólo por enfrentarse a los horrores de esos años: miles de prisioneros políticos que incluían periodistas independientes, fusilamiento de jóvenes negros sólo para dar escarmiento, mala administración estatal de la economía, jóvenes huyendo por el Estrecho de la Florida, etc.

¨Varias veces -expresa Vladimiro- nos dijo mi padre que no lo enterráramos dentro de una caja, ni lo convirtiéramos en ceniza. Solo por eso, nunca he podido visitarlo en el Mausoleo El Cacahual, como hacía cada semana Máximo Gómez, en honor a Maceo y a su hijo. Mi corazón no me lo ha permitido. Mi padre representó mucho para mí. Fue un padre ejemplar. Quienes lo conocieron bien, lo recuerdan como una persona sencilla, muy humilde, muy afectuoso con todos. Sí, está enterrado en un panteón que es Monumento Nacional, en medio de un bello paisaje de paz, rodeado de palmas reales, plazas, avenidas, jardineras y glorieta donde reposan glorias del pasado, pero aún así, él hubiera preferido quedarse para siempre al pie de su mata de mangos. Ojalá, algún día, yo pueda complacer su último deseo.¨

Leave a comment