Marchando en Cuba por Cambios Necesarios

Marcha LGTBIQ en La Habana. Foto de: Ariam Norcal

 

Participar en una Marcha en Cuba como la del No al Maltrato Animal o las del LGTBIQ, celebradas recientemente, conllevó cuestionarme cuánto ponía en juego mi vida social y hasta mi propia integridad.

Después de tantos años de la supuesta normalidad cubana -es decir, de que casi todas las relaciones sociales son propuestas y reguladas por el Estado, que también es el Gobierno-, se ha enraizado un temor justificado ante las represiones de estas instituciones en contra de quien alza la voz o actúa desde la diferencia, entre un pueblo que ha callado por mucho tiempo las discrepancias entre realidad y utopía, perdiendo su derecho en el tránsito de la espera por tiempos mejores y por un cambio en las decisiones erradas de sus líderes en el poder.

Decidí ir a esas Marchas pensando en el bien de otros, pues los animales necesitan representantes entre los humanos que aboguen por sus derechos. Y porque lo que ha sucedido con el grupo de LGBTIQ ha sido injusto. En primer lugar, aprovecharon una situación crítica de opiniones en contra del matrimonio entre personas del mismo sexo, que permitió redirigir la mirada de la gente hacia esta temática más que al total del Proyecto de Constitución, el cual fue aprobado hace muy poco sin el acápite que contenía esta petición; y en segundas, porque acabado de suceder esto, suspendieron la realización de la única expresión pública que tienen como grupo -una especie de Orgullo Gay que sucedía cada año.

La Marcha del No al Maltrato Animal de abril 2019 no tuvo acoso evidente, solo unos pocos policías a la vista y otros represores civiles menos visibles. Esta fue más libre y con menos sustos, pues se sabía autorizada, con la muestra de la presencia de las personas con sus mascotas, la palabra escrita de la protesta impresa en los carteles y la voz alzada en algunos coros. Un despliegue realmente impresionante, lo que no parecía posible, algo inusual.

Muy por el contrario de los acosos que sufrió la Marcha por las personas LGTBIQ, –en mayo del propio año- que fue escoltada por muchas otras personas ajenas al grupo, donde la gran mayoría no estaba allí precisamente por solidaridad, pues nos fuimos dando cuenta de que apresuraban sus pasos, conversaban siempre con dos o tres que actuaban como jefes -daban órdenes-, nos filmaban y fotografiaban, sin ser justamente periodistas -a estos últimos ya se les conoce de otros encuentros. Entre ellos había personas mayores y personas con otra gestualidad -obviamente con otras intenciones. Gentes de miradas airadas o de odio, que se notaban molestas en ese contexto.

Esta Marcha no fue aprobada por institución alguna y ya desde antes del inicio no se tenía noticias de algunos que se sabía estarían presentes, quienes no contestaban a sus celulares y de los que ni sus seres cercanos podían dar razón.

Esta terminó con la detención de algunas figuras en oposición a las maneras de actuar del gobierno cubano y que apoyaban en esta ocasión a los/las homosexuales cubanxs. Así como con un cerco que en principio solo dejó salir a los extranjeros, desplegando la fuerza que poseen en medios humanos y materiales organizados como un ejército, para demostrar su superioridad ante civiles que solo poseían su convicción.

Mostrar mi solidaridad y compromiso con una causa que considero justa me hizo pensar en: ¿Qué sucederá cuando la justicia esté en otro lado que no sea el nuestro; podremos estar allí para defenderla o defendernos?

Pudiera decirse que la mayoría de los cubanos y cubanas desconocen de este tipo de acontecimientos, pero sí puede afirmarse que va despertando en la gente, cada vez más, la necesidad de expresar lo que piensan y de hacer visible su inconformidad, lo que me lleva a pensar en que la acción cívica sigue siendo un espacio de libertad a defender, que permitirá expresarnos, denunciar y/o reclamar por nuestros derechos en tanto que no se normalicen las relaciones sociales cubanas.

 

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