El Estado es el mayor culpable

Un camión cargado de manzanas destinado a los negocios de particulares fue detenido hace poco en la tienda La Puntilla de Miramar, provocando medidas disciplinarias y cautelares a los trabajadores del establecimiento habanero. No siendo suficiente, trajo consigo además el anuncio de racionalización en la venta de 48 productos.

Mercado La puntilla, Miramar. Foto ilustrativa
Mercado La puntilla, Miramar. Foto ilustrativa

Diario de Cuba se trasladó hasta el lugar para ampliar la información, pero los trabajadores de la tienda se negaron a dar detalles.

El nuevo jefe del almacén donde ocurrió el hecho, junto a los nuevos dependientes del mercado, expresaron que les habían prohibido hablar del tema con los periodistas. Fue sólo uno de los parqueadores, testigo ocular del incidente, el que accedió a comentar el suceso desde el anonimato.

“Este tipo de compra al por mayor es algo muy normal en esta tienda”, dijo. “En Cuba no existe un comercio mayorista y los dueños de negocios tienen que venir a estos sitios a comprar por cantidad. Es cierto que eran muchas cajas (unas 1500, el equivalente a  36 mil manzanas) ¿pero qué? Negocio es negocio. Ahí lo que realmente sucedió fue que el periodista denunciante del hecho no alcanzó a comprar manzanas y por eso se molestó. Si hubiera comprado, se marchaba con su jabita sin importarle el camión y nada de esto hubiera ocurrido”.

Este parqueador, que lleva 20 años trabajando en La Puntilla, asegura que la venta al por mayor allí no es nada inusual.

“Por ejemplo, la cerveza, que aquí en la tienda cuesta 1 CUC, los dueños de restaurantes y paladares las compran todas porque en sus establecimientos las venden por 2 o 3 pesos convertibles. Lo mismo sucede con el refresco, la malta, el papel sanitario y los demás productos. El que tiene un negocio particular recibe en ocasiones una licencia del Estado y la paga junto con otros impuestos. A partir de allí, se esmera por brindar un buen servicio. Así que tiene que venir aquí y comprar para todo el mes y vender más caro para sacar ganancias. El Estado es el mayor acaparador porque a veces tiene los almacenes llenos de productos que faltan en la tienda, no lo distribuye y provoca escasez y desabastecimiento, algo con lo que constantemente debemos lidiar”.

El chofer de un camión de la tienda, también testigo del caso, apoya los comentarios del parqueador y agrega:

“Ahora hay un nuevo jefe de almacén, nuevos dependientes, un nuevo comerciante y un nuevo gerente, pero ¿qué resuelve eso si las condiciones comerciales continúan igual? ¿Además quién puede controlar eso? Tendrían que situar a un policía en cada caja registradora. Aquí a los dependientes les pagan por el volumen de venta. Si venden bastante, al final del mes cobran un poquito más, ¿entiendes?”.

En un recorrido por varios negocios particulares cercanos a La Puntilla, se constató el alto poder de solvencia de sus dueños y, a su vez, el amplio surtido de bebidas y alimentos que ofrecen.

“No hemos sufrido afectación alguna, no han racionado nada”, dice Mario, dueño del restaurante Pepe´s, en calle 4 y Primera. “La vida sigue igual”, asegura sospechosamente.

El dueño de otra cafetería, que también pidió no ser identificado, expresó que tenía sus contactos y que era imposible cerrarles la llave del abastecimiento en las tiendas.

“Por ejemplo, la malta, la cerveza y el refresco de lata, que son mis productos estrella, los tengo garantizados todo el año. Puede haber escasez en un momento determinado, pero a mí no me faltan nunca. Quizás en La Puntilla y en otras tiendas grandes se pongan en la ridiculez de controlar la cantidad que se puede comprar, pero existen otras formas de mercadeo entre los cuentapropistas. Este sistema fue instaurado por el propio Estado y ahora, claro, es muy difícil su desmontaje”.

El parqueador de La Puntilla contó que sus padres tenían, antes del triunfo de la revolución, una cafetería atendida por la familia. Trabajaban desde el amanecer hasta la llegada de la noche y, aunque vivían sin apuros económicos, jamás pudieron enriquecerse.

“Dentro de unos años verás que muchos de los dueños de restaurantes y negocios se habrán vuelto millonarios porque venden caro, doblando o triplicando el precio de los productos. ¡Y fíjate quiénes son! ¡Husmea en sus orígenes y encontrarás al mismísimo Estado! Ese es el principal culpable”.

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