Una nueva violación de derechos en Cuba

El pasado 18 de julio, Énix Berrio Sardá debía salir de Cuba en un vuelo de Copa Airlines con destino a Sudamérica para participar en una capacitación académica.

Al llegar la terminal 3 del Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana, Énix despachó su equipaje junto a los demás ciudadanos que participarían del mismo programa, pero una vez en la ventanilla de migraciones, le fue negada la salida del país, en franca violación, no sólo a Ley Migratoria hoy vigente en Cuba, sino también a la Constitución de la República. El derecho fundamental de libre movilidad, reconocido en la Convención Internacional de los Derechos Humanos -de la cual Cuba es signataria- también fue transgredida por las autoridades. Por si ello fuera poco, le retuvieron el equipaje durante casi dos horas antes de devolvérselo.

Énix Berrió Sarda. Autorretrato
Énix Berrio Sardá. Autorretrato

El día 20, Énix fue remitido de la Dirección de Migraciones a la Unidad 4 de la policía de La Habana, porque -según le explicaron- él no cuenta con una prohibición, sino con una restricción para viajar al exterior. Pareciera que la policía política ahora se especializa en semántica. El caso es que con una u otra palabra aguda, Énix no pudo salir del país, y ni la Oficina de Migraciones, ni la policía ahora quieren decirle quién fue el responsable.

No es la primera vez que las autoridades cubanas se saltan las leyes para aplicar una medida represiva. Si bien otros muchos ciudadanos cubanos enfrentan situaciones similares o peores a diario, en este caso cabría preguntarse: ¿por qué es tan arbitraria la medida?

En primer lugar, porque, aunque hasta hace muy poco tiempo los ciudadanos cubanos no podían salir del país libremente, la actual constitución comunista proclama garantizar como derechos de todos los ciudadanos cubanos el uso de puertos y aeropuertos, además de reconocer la libertad de movimiento de los nacidos en la nación caribeña.

En segundo lugar, porque viola la Ley Migratoria vigente, que solo prohibe la salida del país a personas con responsabilidades estatales de importancia, responsabilidades referentes a la seguridad nacional o a aquellos ciudadanos con procesos penales en curso.

Énix nunca fue visitado por la policía. Nadie le impuso una multa o lo llevó a un juicio sumario para crearle un delito e impedirle, 72 horas antes, que saliera del país. La casa de Énix no fue rodeada ni con policías, ni con perros a su servicio. Nadie le interceptó en plena calle. Énix, solo supo que no podía salir del país una vez que su equipaje ya estaba a punto de subir a la barriga del avión. Énix no posee ningún antecedente penal. Nunca ha provocado escándalos públicos. Nunca ha arrojado una piedra, salvo aquellas que usó de niño, unos cuantos años antes de obtener dos títulos universitarios, una maestría y dos candidaturas a Doctor en Ciencias.

El único delito de Énix ha sido pensar. Dominar las cifras estadísticas de un país paralizado. Conocer las entrañas de la sociedad cubana. Analizar con estudios multidisciplinarios los distintos fenómenos que enturbian la vida de la nación. Énix sabe que las cuentas no dan, que los negros son menos en las escuelas y más en las peleas callejeras, que los jóvenes no tienen vivienda, que las comunidades LGBTI no concretan sus demandas, y que un país nuevo necesita incluso de los que hoy están silenciados o ignorados. Por eso Énix es peligroso. Por eso las autoridades se dan el lujo de ser cínicas y tramposas con él. Por eso no pueden construirle un delito y llevarlo a prisión.

Acontecimientos como este demuestran, tristemente, que el régimen represivo es igual para todos los que piensan diferente en Cuba.

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