Un vacío extraño

Un retirado de las fuerzas especiales del Ministerio del Interior -al que llamaremos Kiki- reflexiona junto a mí sobre lo que ha sido su vida y en lo que ha desembocado la visita de Obama a Cuba.

Foto: PIN
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Aunque se manifieste en contra de este gobierno revolucionario debido a la ineficiencia del sistema productivo y a lo caduco del socialismo heredado de la extinta Unión Soviética, Kiki sigue fiel a la causa que lo marcó durante toda su vida. Al hablar de política mira hacia arriba, señala con el dedo el tendido eléctrico y explica: “tantos años como oficial de Radiofonía me sugieren que no se puede hablar aquí”.

Enviado a varios destinos a lo largo de su carrera, Kiki ha arriesgado la vida muchas veces como revolucionario, y lo haría otra vez sin pensarlo si se lo pidieran. Es un ferviente lector de libros prohibidos. Nuestra amistad casi se rompe cuando le presté el libro Dulces guerreros cubanos, de Norberto Fuentes. Pasé mucho trabajo para recuperarlo, ya que Kiki se lo había prestado a otros oficiales retirados que salían en la historia que allí se contaba.

Más tarde, igualmente, volví a prestarle otro libro: Historia de un soldado revolucionario, escrito por Benigno, uno de los guerrilleros de la tropa del Che, en donde se menciona a Kiki. Ese libro sí lo perdí. Kiki se disculpó con el cuento de haberlo extraviado “al enviar la agencia de viajes su equipaje en un ómnibus equivocado”.

Escucha todos los días Radio Martí y ve el canal Tele sur para actualizarse de lo que ocurre en el mundo. Cuando le digo que “el mal momento en Cuba ya pasó”, me dice como un rayo: “ni cojones, no serán buenos en hacer malanga y plátanos, pero en la inteligencia están engrasados y trabajando al cien por cien”.

Le pregunto sobre el próximo viaje de Barack Obama a la isla y sonríe. “Ya nos dieron la banderita americana. Estaremos en las primeras filas, así que veré al negro de cerca. Es un buen tipo. Desde las filas más altas nos han advertido que nada de “Cuba sí, yanquis no”, ni “abajo el imperialismo”. Ahora la consiga es “unidad” y punto.

Es un consumidor de cada película o serial que sale en el paquete. Sobre acciones de comando o inteligencia, tantos años en unidades de operaciones le marcaron el carácter. Tras estudiar las nueve temporadas de la serie norteamericana 24 horas a la que le rinde culto, confiesa que Sutherland es una especie de oráculo de la estrategia eleccionaria norteamericana: primero fue un presidente negro, Palmer, luego una mujer presidente, Alison. Veremos si se cumple.

“Con Hilary Clinton continuaría la política de unidad, que es nuestra nueva táctica. Se nos cayó Venezuela y queda poca gente dispuesta a subvencionar una revolución anacrónica. Lo que más me duele es que nos estemos quedando sin enemigos. Siento un vacío extraño. Muchos de mis compañeros retirados piensan como yo: confinados en las primeras filas, con las banderitas que debemos ondear y sin gritar insultos. Es muy grande el cambio. Si lo hacemos es por pura disciplina y fidelidad al régimen… pero ningún gusto en hacerlo”.

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