Dengue: un secreto de Estado

En nuestro país el dengue fue erradicado en 1940, pues a pesar de que estábamos rodeados de países donde existía ese mal (Bolivia, Nicaragua, Paraguay, Venezuela, etc.), las autoridades sanitarias mantenían el más estricto control para impedir la entrada al país de esta y otras enfermedades.

No es hasta 1977 que reaparece en Cuba este virus para hacer estragos. Durante aquella epidemia el secretismo gubernamental permitió que el dengue cobrara sus primeras víctimas dentro de la población, que al no estar informada atribuía el malestar a un fuerte catarro o “andancio”, como se les llamaba por entonces a las epidemias de cualquier cosa que se pareciera a la gripe. Hoy sabemos que no existe un medicamento específico para este virus, que en muchas ocasiones es asintomático, pero un diagnóstico oportuno y el tratamiento clínico adecuado sí pueden reducir la mortalidad.

CubaRaw
CubaRaw

De ese “andancio” fui víctima, al igual que mi esposo e hija. Así, con fiebre, decaimiento y un insoportable dolor en las articulaciones, que los calmantes no lograban aliviar, nos fuimos él y yo a trabajar. En aquella época yo era subdirectora de la escuela primaria Tomás Alba Edison. Como no podía ocultar mi malestar, la mamá de unos alumnos, Ofelia López González, que trabajaba en el Hospital Oncológico, me alertó sobre el peligro que corría. Fue la primera vez que escuché hablar del dengue.

De inmediato acudimos al cuerpo de guardia del Hospital Clínico Quirúrgico en Diez de Octubre. Cuando le manifestamos nuestra inquietud al médico que nos atendió, no hizo falta una respuesta: con la expresión atónita de su cara nos bastó para comprender que sí teníamos dengue.

Cuando en 1981 se desató otra gran epidemia del virus, esta vez con manifestaciones hemorrágicas, el mayor peligro lo corríamos las personas que en 1977 habíamos sufrido el dengue 1, como lo llamaban los médicos, ya que nuestro conteo de plaquetas era muy bajo y esta era la causa del sangrado. A esta variedad la llamaron dengue secundario, hemorrágico, o dengue 2.

Fue en aquella ocasión cuando el gobierno de los hermanos Castro aprovechó para culpar a EEUU y a sus servicios especiales de introducir la epidemia en Cuba, cuando la verdadera responsabilidad le correspondía a las autoridades sanitarias, que no adoptaban (ni adoptan) las medidas necesarias para el control epidemiológico, como mantener en cuarentena a las personas procedentes de países donde existen estas enfermedades.

Desde hace tiempo el mosquito ha encontrado su hábitat en Cuba, sobre todo en la capital. Entre las principales causas que inciden en ello están la necesidad de almacenar agua potable y la deficiente higiene ambiental, que deja mucho que desear. La basura se mantiene varios días en las calles, supuestamente por falta de transporte. Los contenedores están en su mayoría rotos y a su alrededor se forman microvertederos en los que proliferan mosquitos, ratas, cucarachas y otros vectores. Debido al deterioro de las redes abundan los salideros de agua potable y albañal, donde casi siempre se encuentran focos de Aedes aegypti. La fumigación, que debe ser una medida preventiva, es inconstante, y solo se hace cuando el dengue está en su apogeo. También inciden en la insalubridad el hacinamiento y la falta de recursos económicos de la población para arreglar salideros y adquirir productos de aseo para mantener la higiene personal y del hogar.

Algunos vecinos comentan sobre las reuniones confidenciales que tienen lugar en el Policlínico de Lawton, en Dolores y Calle 10, entre la directora municipal de Salud, el secretario municipal del PCC y el presidente del Poder Popular. Con esto sabemos que estamos en presencia de una nueva epidemia. Y como sucede otras veces, la desinformación a la población hace que la situación epidemiológica tienda a empeorar. Los inspectores municipales emprenden cacerías de brujas, y cuando detectan salideros les dan un plazo de 24 horas a los propietarios de la vivienda, con la amenaza de multarlos si no se cumple la orden de arreglo, cuando lo justo y efectivo sería tomar medidas para apoyar a los ciudadanos cuyo nivel económico no les permite emprender dichas reparaciones.

Según una fuente (anónima por temor a represalias), sabemos que existen en la capital más de 9.000 casos de dengue, que también hay cólera, y que los hospitales se están acondicionando para recibir nuevos casos. Lo cierto es que la prensa oficialista no divulga nada de esta situación. Quizás un día, dentro de algunos años, algún funcionario frente a las cámaras hablará de este azote, y buscará un chivo expiatorio, como sucedió con la epidemia de dengue hemorrágico de 1981, que no fue divulgada hasta 1999.

Y mientras persiste el secreto de Estado, las plagas se siguen cobrando víctimas.

 

Leave a comment